Una de las ideas equivocadas que hay sobre el liderazgo es que cualquiera puede ejercerlo sin tomar en cuenta el contexto de la propia persona, la situación en la que se ejerce dicho liderazgo o las personas que contribuirán a este.
Uno de los ejemplos más evidentes es el del liderazgo de las mujeres. Si bien hay casos excepcionales, en general, las mujeres enfrentan retos tanto estructurales como personales distintos a los que hacen frente los hombres a la hora de liderar. Los roles sociales y estereotipos de género que recaen en las mujeres hacen que ellas hagan frente a condiciones diferentes que los hombres al momento de querer liderar. Lamentablemente, mucha de la literatura escrita y de los programas de liderazgo existentes invisibilizan esto con lo cual, lo que se pensaría que puede servirle a las mujeres, no es así en todos los casos.
Para esta y otras materias, es indispensable entender que la vivencia de las personas es distinta. En el caso de las mujeres y de los hombres, debemos reconocer que los estereotipos de género que se han perpetuado históricamente asumen que las mujeres y los hombres tienen características intrínsecas y que, a partir de ello, se espera que se conduzcan de cierta forma. Un ejemplo de ello es creer que las mujeres son naturalmente más sensibles y asumir, por ello, que son incapaces de ejercer cargos de autoridad. Este prejuicio no solo limita las oportunidades de las mujeres, sino que sobresimplifica la realidad pues asumir que la mitad de ala población comparte características inamovibles, anula la diversidad de vivencias que tienen todas las personas.
Como sabemos, la historia, las instituciones, el derecho y todo, en general, ha sido construido desde la mirada de los hombres a los que se les asignaron los roles de poder, de liderazgo, de guía en la vida pública, por lo que las mujeres quedaron relegadas al ámbito privado, el de cuidados de la familia y hogar, fuera de la toma de decisiones de la comunidad. Reconocer esto nos permite entender que las experiencias de las mujeres y de los hombres, todos ellos, además, en su diversidad, han sido distintas y que, por ello, es indispensable tener en cuenta estas diferencias para ir garantizando que estas desigualdades no limiten las oportunidades ni de unos ni de otras.
Ahora bien, estos estereotipos que han afectado la posibilidad de ejercer liderazgos de las mujeres, se han convertido en obstáculos estructurales y en obstáculos personales. Los estructurales son aquellos impedimentos que se encuentran en general en la sociedad, en las instituciones y que las tanto las políticas públicas como las de las empresas deben eliminar. Algunos ejemplos de ello son el que no se permitía a las mujeres votar ni ser votadas o el que no se promueva a cargos de dirección a las mujeres porque se asume que no tienen interés o que van a dedicar más tiempo a sus familias. Por otro lado, los obstáculos personales son aquellos que encuentran las personas no en el exterior, sino en su propia forma de actuar. El origen de estos pueden ser también los estereotipos sociales, pero también las ideas con las que nos criaron nuestras familias o aquellas narrativas que hemos idos asumiendo de manera personal como propias.
Hay estudios rigurosos sobre cuáles son los obstáculos personales a los que hacen frente las mujeres para ser líderes. Harvard Business Review y McKinsey, solo por mencionar a un par, han investigado, de manera profunda, sobre las diferencias entre mujeres y hombres a la hora de liderar. Los hallazgos nos permiten construir propuestas de liderazgo que funcionan de manera efectiva, personalizadas y hechas a la medida, y que no son generales para todas las personas (o lo que en inglés se llama “one-size-fits-all).
Para poder liderar de manera exitosa es indispensable visibilizar y comprender quién lo hace, cuál es su realidad, cuál es el contexto en el que lo pretende hacer y quiénes le acompañarán en el camino para lograr las metas. Necesitamos de liderazgos eficaces que sean auténticos, diversos y audaces para ir creando mejores circunstancias para todas y todos.
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