La participación de las mujeres en el ámbito laboral ha crecido de forma sostenida en los últimos ochenta años. Si bien es cierto que ha habido momentos puntuales en los que se ha estancado (o retrocedido, como sucedió durante la pandemia), también lo es que la tendencia es a la alta.
La participación de las mujeres no solo es deseable, sino necesaria para el crecimiento económico. Por un lado, satisface el derecho de las mujeres al trabajo y, con ello, otros derechos como los de vida digna, salud, libre desarrollo de la personalidad, entre otros. Por otro, la participación de las mujeres incentiva el crecimiento económico. En 2015, McKinsey señaló que si las mujeres y los hombres desempeñaran un “rol idéntico en los mercados laborales”, se agregarían $28 billones de dólares a la economía mundial.
Ahora bien, las mujeres hacen frente a obstáculos estructurales que impiden no solo su integración sino su crecimiento y liderazgo en el ámbito profesional. Una de las formas en la que se ha manifestado el patriarcado es en imponer a las mujeres las labores de cuidados y en relegar a las mujeres al “espacio privado” donde dichas labores no son remuneradas. Esto no solo ha impedido que la economía crezca, sino que ha obstaculizado la creación de riqueza por parte de las mujeres lo que, en un sistema capitalista como en el que vivimos, frena su pleno desarrollo, su autonomía y su bienestar.
Además de los obstáculos estructurales tales como las labores de cuidados, la brecha salarial, los estereotipos, prejuicios y sesgos tanto inconscientes como conscientes, las mujeres hacemos frente a obstáculos personales, muchos de los cuales también tienen su origen en las imposiciones sociales. Las mujeres suelen ser más críticas de su propio trabajo, negocian menos, visibilizan menos que los hombres sus logros, suelen perseguir más la perfección, entre otros comportamientos que también inciden de forma negativa en su crecimiento.
Hacer frente a ambos tipos de obstáculos es indispensable para poder avanzar realmente la igualdad no solo de mujeres sino de otros grupos sub-representados. Es decir, necesitamos implementar políticas de igualdad e inclusión efectivas en las organizaciones y, al mismo tiempo, necesitamos también hacer conciencia en las mujeres y darles herramientas para que puedan deconstruir las creencias que han internalizado y que les impiden desarrollarse plenamente a nivel profesional.
Las mujeres requieren herramientas que esté basadas en evidencia. Las mujeres no necesitan solo “porras” y palmadas de aliento en la espalda, sino que requieren saber cómo funcionan esos obstáculos y cómo desmontarlos. Para ello, necesitan información certera sobre lo que ha mostrado funcionar y lo que no. No necesitan del tóxico “échaleganismo”, necesitan estrategias puntuales, eficaces, que tomen en consideración el contexto, para poder crecer y utilizar plenamente los talentos. Esto incidirá positivamente no solo en su vida, sino en la de sus comunidades. Solo así, podremos tener sociedades más prósperas y sostenibles para todas y todos.
Te invitamos a visitar los programas que tenemos enfocados en mujeres para su desarrollo profesional.
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