En los últimos meses hay un concepto del que se está hablando en muchos medios: la renuncia silenciosa o el quiet quitting. No se trata de “renunciar” formalmente, sino de poner límites a las solicitudes laborales y a lo que se espera de las y los trabajadores. Para quienes fueron criados con la idea de que el trabajo debe ocupar todas las esferas de nuestra vida y de que hay que dar siempre “más y más”, la “renuncia silenciosa” refleja el poco compromiso de las nuevas generaciones hacia sus trabajos. Sin embargo, no es así. Este concepto da cuenta de una realidad innegable: los trabajos cada vez se han precarizado más y en lugar de brindar condiciones apropiadas de vida y de salud, tanto física como mental, han optado por “explotar” a las personas con la idea torcida de que “si tienes interés, darás cada vez más de ti”. No obstante, esta idea tóxica lo único que genera es burnout lo cual, a su vez, tiene como consecuencia que las personas disminuyan su productividad, su compromiso hacia el trabajo y que vean mermada su salud.
En su publicación mensual (o newsletter) Arianna Huffington, fundadora y directora general de Thrive Global, empresa dedicada a erradicar la idea de que el burnout es el precio a pagar por el éxito, señala: “Hay una razón por la que la renuncia silenciosa está resonando tan ampliamente. Es una respuesta a un problema muy real: la epidemia mundial de estrés y agotamiento. También se trata de cómo se sienten las personas acerca de su trabajo: lo que dan a sus trabajos y lo que obtienen a cambio. Lo que nos dice el fenómeno de la renuncia silenciosa es que demasiadas personas sienten que sus empleadores no están cumpliendo con su parte del acuerdo. No se sienten vistos, valorados o cuidados. Y como dijo Adam Grant: “Cuando no se siente valorada, la gente deja de interesarse”.
Este fenómeno nos deja ver que el trabajo ha dejado de tener significado para muchas personas y que ha sido pauperizado. ¿Qué podemos hacer para que la gente vuelva a sentir compromiso, conexión y cierta plenitud con su trabajo?
- Piensa cómo podrías hacer más, dentro de tu trabajo, las tareas que te gustan y cómo podrías delegar las que no. Es cierto que la mayoría de las personas tenemos un perfil de cargo que hay que llenar, pero estos suelen hacerse desde un escritorio como una carta a Santa Claus. En realidad, muchas veces moldeamos esos perfiles a las personas que somos y poder identificar cómo hacer más tareas de las que nos generan satisfacción, puede hacernos volver a tener sentido en el ámbito laboral. Si tienes personas a tu cargo, pregúntales qué les gusta y determina cómo puedes lograr que puedan hacer más de lo que les gusta.
- Desarrolla las habilidades de la inteligencia emocional. La renuncia silenciosa tiene todo que ver con cómo se siente la gente, no sobre lo que sabe o no técnicamente. Necesitamos empatizar y crear vínculos. Busca ejercicios que te permitan desarrollar la inteligencia emocional y la de tu equipo.
- Cuestiona lo que crees o lo que te han enseñado de la vida laboral. La creencia de que las nuevas generaciones “no aguantan” (o son de cristal) refleja una idea arcaica de que las personas deben sacrificar todo para poder crecer profesionalmente (¡gracias, culpa judeocristiana!). El ámbito laboral es uno de los espacios donde las personas podemos utilizar nuestras habilidades, ligarlas a nuestros intereses y generar un impacto positivo. ¿Por qué la gente tendría que sufrir para tener un trabajo que vale la pena? ¿Por qué tiene que ver violados sus derechos para “merecer” lo que tiene? Repensemos los prejuicios que tenemos.
Crear ambientes donde podamos ser nosotras y nosotros mismos es indispensable para aumentar nuestro compromiso, evitar el burnout y aumentar la productividad. Hacer lo que nos corresponde es suficiente.
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