En los últimos años cada vez escuchamos hablar más sobre el síndrome del impostor o, como se le conoce también en psicología, el “fenómeno del impostor”. En términos generales, como lo señala la plataforma de Psychology Today, el síndrome de la impostora se refiere “a un patrón de comportamiento en el que las personas dudan de sus logros y tienen un miedo persistente, a menudo internalizado, de ser expuestas como un fraude.” El término fue creado por las psicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes en 1978, cuando descubrieron que, “a pesar de tener evidencia externa adecuada de logros, las personas con síndrome del impostor seguían convencidas de que no merecen el éxito que tienen.”
Es cierto que cada vez más se habla sobre este tema, pero resulta importante analizar algunos aspectos para entender realmente cuál es su origen y cómo podemos eliminarlo de forma eficaz. Hoy, te comparto 5 elementos que debemos examinar sobre el síndrome de la impostora:
- Lo viven más las mujeres que los hombres. Si bien todas las personas pueden llegar a experimentarlo, son las mujeres las que lo tienen en mayor proporción. ¿Pero por qué más ellas que ellos? No, no es porque “naturalmente” dudemos más de nuestras capacidades, sino porque hemos sido educadas para ser menos seguras; porque los sistemas político, jurídico y social han limitado, de forma constante y estructural, nuestro desarrollo pleno. Es aquí cuando resulta de la mayor relevancia tener perspectiva de género y entender que no es solo una cuestión personal (donde claro que las mujeres podemos obtener herramientas para superar este síndrome), sino estructural. La “sobre-confianza” que experimentan la mayoría de los hombres (sobre todo aquellos que no son parte de una minoría étnica, social, etc) se debe a cómo históricamente han tenido mayores oportunidades y menos “castigos” a los riesgos.
- En la medida en la que se tiene mayor bienestar emocional, menor es la probabilidad de tener síndrome de la impostora. Tener acceso a herramientas adecuadas para desarrollar una buena salud mental disminuye la probabilidad de que vivamos este síndrome. Esto implica, por un lado, un trabajo personal de conocimiento, de manejo de emociones, etc y, por el otro, de un sistema de salud (de preferencia público) que nos permita lidiar adecuadamente con todo aquello que pueda afectar nuestro bienestar mental y emocional.
- Mientras más persigues el ideal (o más bien trampa) de la perfección, es más probable que lo tengas. Creer que puedes lograr que lo que hagas sea “perfecto” o que tú misma puedes serlo, no solo es falso (puedes leer nuestro artículo previo sobre este tema), sino que te puede hacer sentir este síndrome. Cuando buscas la perfección y -de toda obviedad- no la alcanzas, tienes mayor tendencia a creer que eres un fraude y que en realidad tus capacidades no son tan buenas.
- Mientras nos sentimos más satisfechas laboralmente, menor es la probabilidad de tener síndrome de la impostora. Nuestro ambiente laboral también es determinante para nuestro bienestar emocional y mental y, por lo tanto, para no vivir síndrome de la impostora. Un ambiente profesional no solo nos permite desarrollarnos plenamente, nos hace sentir que nuestro trabajo tiene un valor y que aportamos a un bien mayor, y nos da la satisfacción de ser reconocidos y de reconocer, también a las demás personas. Si consideramos que, según McKinsey & Company en una encuesta reciente, el 75% de las personas participantes dijo que el aspecto más estresante de su trabajo era su jefe inmediato y 56% definió a su supervisor como altamente tóxico, esto refleja que muchas personas no se encuentran satisfechas y, por lo tanto, tienden a sufrir más del síndrome de la impostora. Crear ambientes de trabajo sanos es un trabajo de quienes lideran y un esfuerzo conjunto de todas y todos los empleados.
- El apoyo social o comunitario es indispensable para eliminar el síndrome de la impostora. Otro de los elementos que no tienen que ver con las herramientas de manejo personal para eliminar el síndrome del impostor, es el apoyo social o comunitario que reciben las personas. Cuando estas últimas viven y se desarrollan en ambientes donde las diferencias son valoradas y reconocidas, tienden a tener menos el síndrome de la impostora. En la medida en la que vemos que somos valoradas por nuestras diferencias y que estas no crean entre nosotras desigualdades, las personas se sienten más seguras y no dudan fácilmente de sus habilidades.
Eliminar el síndrome de la impostora requiere que seamos conscientes cuando lo estamos viviendo, que obtengamos herramientas (con perspectiva de género) que funcionen, y que exijamos la eliminación de los obstáculos estructurales a los que hacemos frente principalmente las mujeres (y que se ve agravado si se cruzan otros factores como la situación económica, la etnia, las discapacidades, etc.) para poder desarrollarnos plenamente.
One comment on “¿Tienes síndrome de la impostora? No eres tú, es el sistema”
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