Hablar de liderazgo, en general, evoca muchas ideas, tan diversas como personas lo aborden. Las habilidades que se requieren para ser una buena líder han sido estudiadas, sobre todo, en los últimos dos siglos, desde disciplinas como la ciencia política y la administración (o negocios), principalmente.
Cuando preguntamos qué palabras o conceptos asocia la gente con el término de “liderazgo”, algunas respuestas son: inspiración, guía, empatía, comprensión del entorno, trabajo en equipo, fortaleza, integridad, visión, innovación, acción y mando. Todos estos vocablos son, en general, positivos y no corresponden necesariamente con el concepto de liderazgo que nos ha mostrado la historia.
Los llamados líderes históricos son, en general, hombres con poder que lo han ejercido desde el estereotipo de lo masculino: violento, poco inclusivo y no empático. Afortunadamente, los estudios sobre liderazgo en las últimas décadas han identificado características que toman en consideración otros atributos más “humanos” y que permiten un liderazgo mucho más transformador y sostenible. Ejemplo de ello es el trabajo de Daniel Goleman quien, tras la publicación hace 26 años de su obra “Inteligencia emocional” ha puesto sobre la mesa, junto con otras y otros autores, la necesidad de reconocer cualidades de carácter emocional como indispensables a la hora de liderar.
Alrededor de este tópico, sobre el que se ha escrito mucho más en inglés que en español, hay una serie de mitos que no son verdad y que explicaremos para tratar de desmontar:
Un(a) líder es aquel(la) que tiene un cargo de toma de decisión
El hecho de que una persona pueda ascender y llegar a cargos de toma de disección o de alto nivel no significa que la persona cuente con las habilidades para ejercer un buen liderazgo. De hecho, si las personas no entienden lo que es un buen liderazgo y no han tenido oportunidad de practicar las habilidades que se requieren para ello, pueden llegar a ser manos jefes que se vuelven un infierno para sus subordinados. Tal como lo señala McKinsey, el 75% de los estadounidenses señalan que la parte más estresante de sus días es su supervisor, y el 56% asegura que su jefe es “tóxico”.
Solo unas cuantas personas pueden ser líderes
El liderazgo se ejerce en múltiples situaciones, en diversos momentos de la vida. Una persona líder puede serlo no solo en un ambiente labora, sino familiar o comunitario. Una líder no es sinónimo de alguien que supervisa a un equipo en una empresa. Una persona líder puede ser cualquiera que, con una visión, con conciencia propia, empatía, habilidades sociales, entre otras, inspire y guíe hacia un resultado que puede tener un impacto positivo a su alrededor. Una líder puede ser una mujer que organiza a las de su comunidad para el adecuado manejo del agua en época de sequía; una adolescente que alerta sobre el cambio climático a través de la movilización de las y los jóvenes para que los gobiernos y las empresas implementen políticas que protejan el medio ambiente; una niña que inicia una colecta en su escuela para donar alimentos a personas en situación de vulnerabilidad.
Si bien no todas las personas quieren o pueden ejercer liderazgo en algún momento de sus vidas, muchas otras, si tienen la oportunidad y cultivan determinadas habilidades, sí pueden serlo. Esto implica también reconocer y eliminar los obstáculos que enfrentan muchas personas debido a la desigualdad tanto de oportunidades como en el ejercicio de derechos. Implica, además, reconocer que no es solo una cuestión de “echarle ganas”, sino de haber tenido las oportunidades necesarias.
El liderazgo es una industria desprestigiada que vende cosas imposibles
Si bien hay un sector que se ha enriquecido al vender cursos de liderazgo sin sustento alguno, basándose solo en las “ganas” de una persona para ejercerlo y sin tomar en consideración ni el contexto de la persona ni el de las personas a las que se pretende liderar, debemos reconocer que la materia no solo ha sido estudiada de manera seria no por instituciones académicas, sino que ha sido objeto de múltiples estudios y evaluaciones por organizaciones con mucha experiencia en ello.
El liderazgo no es un ciencia exacta y tampoco hay recetas infalibles. Pero afirmar por ello que no hay herramientas o estudios que avalen una u otra característica, es un despropósito.
En el liderazgo, el(la) líder es la persona más importante
Para que un liderazgo sea exitoso no solo se requiere de una persona con determinadas características, sino de otras personas (quienes “siguen”) que hagan también determinadas cosas para llegar al objetivo en común, en un contexto que lo permita. Es decir, resulta indispensable no solo estar conscientes de las características de la persona que lidere, sino entender el contexto en el que se da, así como comprender a las personas que contribuirán con ello.
Un(a) buen(a) líder es un buen gerente (manager)
Así como alguien que tiene una posición de poder no es naturalmente una persona líder, tampoco ser una buena líder implica tener el conocimiento y las habilidades que se requieren para gestionar programas, políticas o personas. Una persona que sea una buena manager puede gestionar adecuadamente los procesos y lograr objetivos concretos que pueden generar ganancias para una organización o hacerla cumplir con sus metas. No obstante, esto no implica que sea una buena líder. Ser manager y ser líder, son dos cosas distintas.
¿Por qué querrías aprender de liderazgo? Porque si asumimos que tienes habilidades e intereses específicos y tienes la oportunidad de cambiar algo a tu alrededor para bien, la pregunta sería entonces ¿por qué no querrías ser un(a) líder?
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