Las reflexiones que podemos hacer de cara al 8M son muchas. Reducir las conversaciones al tema de la violencia contra las mujeres y niñas, me parece un error que debemos evitar. Sí, esta es la pandemia que no hemos logrado erradicar, es la violación a derechos humanos más persistente; sin embargo, debemos abordar también los otros temas para hacer conciencia de la profundidad del problema que significa la desigualdad de género en todas sus aristas.
Este año, Naciones Unidas propone que el tema del 8M sea el de la sostenibilidad y las mujeres: “igualdad de género hoy, para un mañana sostenible”. Pero ¿a qué nos referimos cuando hablamos de sostenibilidad? Si tomamos la definición más aceptada de este concepto, aquella que propusiera la entonces Comisión Mundial de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, “el desarrollo sostenible es aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones para satisfacer sus propias necesidades.”
La crisis climática afecta desproporcionadamente a las mujeres, pues ellas son la mayor parte de la población en situación de pobreza en el mundo, y son quienes dependen más de los recursos naturales que están siendo gravemente amenazados por el cambio climático.
Ahora bien, la sostenibilidad es un concepto que no solo nos permite hablar de recursos naturales, sino de recursos en general. Hoy, quiero centrarme en los recursos humanos y cómo no está siendo desarrollado de forma sostenible y que afecta, también en mayor proporción, a las mujeres.
Adoptar una visión de desarrollo “sostenible” implica poner atención en cómo, precisamente, nos desarrollamos. Cómo satisfacemos nuestras necesidades actuales sin comprometer las de las futuras generaciones. Y situándonos en el hoy, cómo podemos hacerlo de manera tal que no agotemos los recursos. Si pensamos en las personas como recursos, no en un sentido material, sino que a través de ellas podemos satisfacer muchas de las necesidades de las personas (necesidades afectivas, de cuidado y hasta de producción), deberíamos centrar nuestra atención en cómo se espera que esas necesidades se cubran. Las mujeres proveen la mayor parte de los cuidados en nuestras sociedades. Solo recordemos que el INEGI ha estimado que las mujeres realizan en nuestro país casi 38 horas a la semana de tareas domésticas y de cuidados las cuales, si se monetizaran, equivaldrían al 27% del PIB de México. Estas tareas, además, se vieron incrementadas por la pandemia, acompañadas de ansiedad y estrés generalizado en muchos casos.
Pensar la sostenibilidad de quienes nos proveen cuidados, en su mayoría mujeres, implica necesariamente idear políticas que les permitan a las mujeres gozar de derechos y de tiempo de ocio y descanso. En un país donde se espera que las personas trabajen (al menos) ocho horas cada día, más las 5 horas extras que las mujeres diariamente invierten en cuidados y labores domésticas en favor de todas las personas en la familia, ¿dónde queda el tiempo para que puedan descansar, recuperarse, y renovar fuerzas? ¿Cómo es posible que estemos permitiendo el agotamiento del recurso humano, el más importante, para nuestro bienestar actual y futuro? ¿Dónde está la sostenibilidad en los cuidados, en la vida de las mujeres? ¿Dónde están los hombres en todo esto? ¿Dónde está el sistema de cuidados que requerimos todos y todas?
La sostenibilidad no solo implica cuidar los recursos naturales, implica cuidar a las personas, a las mujeres que además de vivir pobreza económica, viven pobreza de tiempo y agotamiento extremo. Pensar en un futuro sostenible, implica pensar en políticas sostenibles hoy para la vida diaria de las mujeres.
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