A un par de días de la celebración del 10 de mayo (Día de las madres en México), debemos plantearnos qué rol que juegan las organizaciones que emplean a mujeres que son madres para garantizar plenamente sus derechos, así como su percepción de la maternidad.
Según datos de INEGI, en 2020, el 41% de las madres en el país estaban económicamente activas. Esto quiere decir que generaban ingresos para ellas y sus familias. Además de trabajar fuera de casa, ya sea en mercado formal o informal, las mujeres -en general- realizan tareas de cuidados y de administración del hogar sin remuneración alguna. En México, las mujeres dedican 63.8% de sus horas trabajadas en la semana a las labores domésticas y de cuidados, mientras que los hombres solo dedicaron el 26.5%. Las labores de cuidado hacen que las mujeres trabajen más horas que los hombres en total. Tal como señala INEGI, “en 2021, las mujeres tuvieron la mayor carga del trabajo, con 3,417 millones de horas a la
semana. Los hombres sumaron 2,907 millones de horas. En otras palabras, por cada 10 horas
del tiempo total de trabajo de las mujeres, los hombres realizaron 8.5.”
La maternidad, más allá de las ventajas emocionales que trae consigo para quienes deciden ejercerla, trae consigo una serie de retos para las mujeres que trabajan en el mercado laboral. Las mujeres tienen menos oportunidades de crecimiento en sus organizaciones por el hecho de ser madres, cuentan con horarios inflexibles a pesar de ser quienes tienen la carga más pesada del cuidado de las personas y de la administración del hogar, y, también, son las que tienen mayor precariedad. El 66% de las mujeres que trabajan lo hacen en el sector informal, por lo que no tienen tampoco acceso a los derechos de la seguridad social (incapacidad, pensión, acceso a créditos de vivienda ni salud).
Reconociendo esto, las organizaciones tanto públicas como privadas, deben implementar políticas que permitan utilizar plenamente el talento de las mujeres que trabajan. De no hacerlo, las llevarán al burnout y renunciarán. Recordemos que durante el principio de la pandemia, 84% de las personas que dejaron la fuerza laboral fueron mujeres porque no tuvieron otra opción ya que no había quién cuidara de niños, niñas, adolescentes, personas mayores y personas con discapacidad.
El Estado debe implementar un sistema que reconozca que los servicios de cuidado no deben ser resueltos por las familias, sino que es un problema público. Solo así se quitará la presión de las mujeres y lo que eso les impide desarrollarse profesionalmente, y se profesionalizarán dichos cuidados.
¿Qué pueden hacer las organizaciones? Aquí algunos puntos sobre los cuales reflexionar:
- Reconocer las horas de sobre-trabajo a las que hacen frente las mujeres y entender que la maternidad es una decisión. No hay que romantizar la maternidad ni perpetuar los estereotipos de género típicos tales como que por ser madre una es buena empleada porque es “multitasker”.
- Ofrecer esquemas de trabajo flexible. La flexibilidad es indispensable no solo para las madres, sino para cualquier persona que desea tener una vida plena fuera del trabajo (y las organizaciones deben entender el valor de esto). Si solo damos flexibilidad a las madres, se perpetúa el estigma de que ellas “necesitan” que “les echen la mano”. Una comprensión igualitaria de las labores de cuidados es flexible con hombres y mujeres para que las cargas se vayan repartiendo de forma más igualitaria.
- Ofrecer licencias de maternidad y de paternidad igualitarias. Si los hombres no empiezan a ejercer su paternidad plenamente, las mujeres seguirán siendo las que lleven la carga y ellos se perderán de los gozos de la crianza. Licencias igualitarias son fundamentales para cambiar las normas sociales al respecto.
- Ofrecer subsidios o convenios con instituciones de servicios de cuidados. Las mujeres deben cuidar no solo de hijas e hijos, sino de padres y madres mayores y de familiares con discapacidad. Una manera en la que las organizaciones pueden impactar en un cambio real es celebrar convenios con guarderías, instituciones especializadas en cuidados tanto de personas mayores como con discapacidad para que puedan ejercer sus otras labores.
- Brindar acceso a servicios de salud mental. El sobre trabajo al que hacen frente las mujeres y el burnout de los lugares de trabajo tienen un impacto negativo en la salud mental de las mujeres que reduce, además, su salud física, su productividad y compromiso. Ofrecer opciones de acceso a servicios de salud mental puede tener un impacto inusitado en ello.
Este 10 de mayo generemos conversaciones serias respecto del impacto de la maternidad en las mujeres trabajadoras, en la falta de involucramiento de los hombres en las labores de cuidado y cómo en la medida en la que la sociedad asume que los cuidados de las personas son una tarea colectiva y no de las mujeres en particular, criaremos y cuidaremos de mejor manera a sus personas.
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